domingo, 29 de junio de 2014

ESCRIBE ALFONSINA BARRIONUEVO

LA LLAMA ES UNA DAMA
 
ALFONSINA BARRIONUEVO
La historia de la llama tiene que ser reescrita. El animal de carga que conocemos presenta un pasado de abolengo. La bióloga Jane Wheeler, nacida en Washington, hace novedosas revelaciones sobre ella, afirmando que partió en épocas remotas de Norteamérica.   
A mediados del siglo pasado  las llamas pasaban por la Plaza de Armas de Qosqo, transportando productos del campo al  mercado de San Pedro. Por 1990 vi “puntas” o grupos de llamas saliendo de Tanta, un poblado de altura de Yauyos, Lima, llevando tejidos a diferentes localidades, bajando hasta el mar en Calango, de donde retornaban con maíz, trigo, garbanzos, habas, naranjas y uvas.
Hace unos años se les vió en el Museo de la Nación, en Lima,  circulando por los caminos inkas y preinkas, en un documental sobre el Qhapaq Ñan. Siguieron  de “porteadoras” en el primer Llamanaani de Eco Aventura Perú, organizado por Roberto Aldave, cargando mochilas, equipos de fotografía y televisión. A sol abierto abrieron una ruta que presentó múltiples atractivos en Bolognesi, Ancash; yendo desde la laguna de Conococha hasta Matara, donde florecen hermosas flores de qantu o kantuta junto a una residencia preinka.        
CHAMBI, CUÁNDO NO
Alguna vez, en el “Algarrobal”, un museo moqueguano, la arqueóloga Sonia Guillén me mostró unas llamas momificadas. Su pelo era suavísimo y de un color canela encendido. Ella me dijo que hablara con Jane Wheeler, una bióloga americana que es Coordinadora de Investigación y Desarrollo de Camélidos Sudamericanos de la Organización Conopa. AJane le fascinan estas criaturas que parecen princesas andinas,  orejas en punta, ojos sombreados por largas pestañas, cuellos altaneros y garboso andar.
La entrevisté en  mi programa “Huellas del Tiempo”, de Pax Televisión, y me contó que hace millones de años los guanacos, sus antiquísimos antepasados, vivieron en Norteamérica. En California se encontraron restos petrificados, que tenían una antigüedad de un  millón cuatrocientos años. Al pasar a Sudamérica lo hicieron  por los llanos amazónicos y siguieron a las pampas argentinas. De allí, fueron tramos cortos, a Bolivia, Perú y Ecuador.           
Jane Wheeler trabajó en el sitio arqueológico de El Yaral, ubicado entre cerros abuelos de Moquegua, sobre el río Osmore.  Allí  descubrió llamas y alpakas momificadas. Mediante análisis de muestras de piel y fibra, se obtuvo evidencias de la preexistencia de dos razas de llamas y dos de alpakas. Una raza de llamas, aparentemente ya extinta,  de  fibra fina sin pelos, y otra de fibra gruesa, semejante a las de hoy,  pero más uniforme.
En esa época, hace 900 o 1000 años, fueron seleccionadas intensivamente, obteniéndose uniformidad en finura, conformación del vellón y color, mientras que las actuales tienen gran variación en el grosor, pilosidad y color de fibra, producto de cruzamientos incontrolados.
Documentos de los siglos XVI y XVII registran la virtual desaparición de llamas y alpakas en el Qosqo, junto con un ochenta por ciento de la población humana, en menos de un siglo después de la “conquista” española. (Flores Ochoa, 1977 y 1982).
El análisis del ADN de los animales  prehispánicos, dice Jane, ha servido para medir los cambios genéticos producidos por la conquista y la incidencia de hibridación en las llamas y alpakas de hoy.
           
Los comentarios de la bióloga son muy interesantes.  Según Crosby (1972), “el  asentamiento europeo y colonización del Nuevo Mundo desató una  crisis ambiental de magnitud sin precedentes. Con la introducción de  cultígenos del Viejo Mundo, nuestros animales, prácticas agrícolas y paisaje, fueron alterados irreversiblemente.”
Su ganadería (ovejas, cabras, vacas y cerdos), desplazó a llamas y alpakas de su habitat en el valle costero, a tierras marginales elevadas donde sus animales no podían sobrevivir. Las consecuencias de esta catástrofe en la producción de camélidos contemporánea son raramente consideradas. La falta de registros escritos de la época preconquista y la pérdida de conocimientos transmitidos oralmente acerca de la cría de dichos camélidos hace difícil evaluar en qué medida  influyó Occidente. Actualmente las llamas se crían como animales de carga y se conocen tres fenotipos diferentes, aunque puede haber más.
Casi todas las llamas son del tipo a.1, caracterizado por la falta de fibra en la cara y crecimiento relativamente escaso en el cuerpo. Wheeler destaca que es poco común el ch'aku o llama lanuda, con un vellón más pesado y fibra creciente en su frente y en sus oídos. Las características de la fibra de la variedad tercera son intermedias. El color tiende a ser irregular y varía desde el blanco, marrón, negro o gris. 
Los pobladores de la cuenca del Lago Titiqaqa llevaron tradiciones y ganado de mucha altura a la costa. Las alpakas y llamas de El Yaral pueden ser consideradas como descendientes de aquellas.
Su excepcional estado de conservación ha hecho posible un análisis sistemático de su fibra y de la composición del vellón, así como de su microestructura con un microscopio electrónico de barrido. Fue inesperado encontrar que cinco de seis momias de llama pertenecían a una raza aparentemente extinta, de fibra fina.  El vellón de la sexta era áspero, representando claramente una segunda raza de llama. La variabilidad de la fibra de llama hoy en día muestra un aumento de pelos y aspereza general del vellón, que probablemente comenzó durante la conquista española.
Al cambiarles de medio ambiente, recluyéndolas en la puna, llamándolas “ovejas de la tierra” se distorsionaron conceptos que las perjudicaron. Los mismos veterinarios les recetaban medicinas como si fueran ovejas.
Se ha aprendido de las llamas y las alpakas de El Yaral cuál es el verdadero potencial de estas especies productoras de fibra, explica Jane Wheeler. Desafortunadamente, muy poco se conoce sobre la variación de estos camélidos en los Andes. Incluso no se puede determinar si las variedades preconquista existen todavía  y si son rescatables con una crianza cuidadosa.  Hay absoluta urgencia de identificar y preservar a las poblaciones relictas antes de que ocurra cualquier otra pérdida genética o modificación.
Finalmente, señala que la genética utilizada para distinguir las razas de los cuatro camélidos sudamericanos y los híbridos, con secuencias de ADN nucleares de toda América del Sur está produciendo resultados prometedores.
 
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