Pandilla Puneña:
Su futuro es tiempo presente
Escribe: Jaime Hernán Cornejo-Roselló Dianderas
Crece y decrece
Desde hace unos 25 años más o menos la práctica en época de carnavales de la Pandilla Puneña empezó a crecer en la ciudad de Puno mediante el entusiasmo de jóvenes animadores culturales y por la adhesión de nuevos vecinos que arribaron a la ciudad lacustre producto del absorbente crecimiento urbano. Sumada a la actividad de los conjuntos y agrupaciones tradicionales que desde hacía décadas ejecutaban la danza y con los nuevos transeúntes en escena, la Pandilla Puneña creció en número de practicantes.
En algunos años y antes de que muriera el siglo XX se organizaron y sazonaron nuevos conjuntos de danza; no obstante, la ejecución dancística no creció en habilidad expresiva. Los nuevos y efusivos seguidores armaron sus grupos haciéndolos caminar a pilas o con cuerda para que dancen, se muevan y canten en los esperados carnavales, con todo en la ciudad de Puno se vivía un despertar aunque aún con bostezos, pero que generaba expectativas y auguraba mejores condiciones para el arte popular. Los jóvenes puneños empezaban a amar a la Pandilla Puneña.
Sin embargo, la situación adquirió aristas urticantes cuando el “crecimiento” se extremó y extendió a distritos como Juliaca y a provincias como Melgar cuyos patrocinadores con nuevos arrebatos “pandilleros” bocetaron modalidades de ejecución coreográfica que, antes que honrar los pasos, las figuras y los movimientos clásicos de la danza que, desde siempre sumaron prestancia y distinción, impusieron y agitaron modalidades de adaptación de pasos y mudanzas con la intención, no de ensalzar los valores intrínsecos de la Pandilla Puneña, sino con el propósito de arrancar aplausos, obtener aprobación del público, encandilar jurados y adquirir puntajes. No les interesó recrear la personalidad inmanente de la Pandilla Puneña, sino les aprisionó la prestidigitación y les mareó un cúmulo de ocurrencias en medio de oleajes y resacas de atrevidas mistificaciones para, de manera premiosa, participar en la peor condena que recae sobre la práctica de la Pandilla Puneña, como es la parodia cultural de convocar a “concursos” para calificar el mudable arte coreográfico y así, enajenar a los bailarines volviéndolos autómatas e igualitarios concursantes en la perecible conquista de galardones quebradizos y subjetivos.
¿Es más importante que instituciones folclóricas que dicen promover la Pandilla Puneña conquisten 20 copas en 20 torneos y las luzcan en vitrinas al paso y descuiden la tarea pedagógica y estética de mostrar, mediante ejemplares enseñanzas de incursiones artísticas por muy esporádicas que sean, los valores intrínsecos de la danza y así motivar a la población para que admita que la Pandilla Puneña es un emblema de identidad y de auténtica consubstanciación del “ser puneño con su entorno”? Al parecer más les interesaba a los comisionistas de turno, camuflados de promotores del arte, la forma externa de la cacerola que el servicio que proporciona la misma cacerola. Más les interesó la presencia de una waripolera con pollera a medio muslo, que entusiasma al voyeur, pero que no transmite valores de arte y de ejecución dancística. Se desdeñó, sin empacho, el fondo de auténtica cuna andina, con solera mestiza que posee la Pandilla Puneña que complace y subyuga. Y ni qué decir del “hacer” que es el acto de danzar y emocionarse al hacerlo. Y la cosa continúa y camina para peor.
¿Qué es lo que es?
¿Pero qué es la Pandilla Puneña? ¿Es una danza y una estampa mudable que reclama quirófano para que le calcen cirugías plásticas a gusto del snobismo imperante o de la masividad que la arrincona? ¿Es un rostro a medio hacer que requiere reajustes eventuales a cargo de paramédicos, curanderos o herbolarios? Esencialmente es una danza amorosa y romántica donde hombres y mujeres bailan para sí, para su solaz interno y lo hacen, también para ambos en trance de satisfacer sus emociones ante la música de cautivadores huayños y capitalizar la oportunidad de cortejar y de alcanzar clímax de emociones y, pese al implícito individualismo de todos los que bailan la Pandilla Puneña, los que lo danzan, buscando su disfrute, también lo hacen en grupos y asociados efectuando figuras en conjunto, pero en función a sus sentimientos y a las maneras particulares de su sentir, de su manera de enamorar y de enlazarse consigo mismo y con la pareja y, ocasionalmente entre parejas, porque la Pandilla Puneña es fiel expresión del mestizaje andino que es uno y es a la vez conjunto.
En esa danza uno se proyecta a través de sí mismo a los demás sin perder su condición. Es uno siendo suma de varios. Así cada danzarín no pierde su individualidad aun cuando se sume al conjunto que arma ruedas o desarrolla círculos compuestos por varias parejas que dan vida a las figuras de conjunto haciéndolas rodar en el equilibrado manejo de su cuerpo que no cojea, pero que sí ondula y se bambolea y hace bambolear y mover el cuerpo de la pareja y al final moviliza bellamente el cuerpo unido de todo el conjunto de danzarines.
Entonces hablamos y argüimos que la Pandilla Puneña es arte y es expresión elaborada de una relación de la persona con sus sentimientos y con el paisaje, con la altura y el color que consubstancian una realidad. Obviamente, y por eso en la Pandilla Puneña no se baila para la externidad, sino para la íntima y personal eternidad. No para lo externo, que es el aplauso del espectador que mira y no participa y que es una circunstancialidad. Menos se construye coreografías para que un jurado “califique” y apruebe lo que los danzarines sienten. Si embargo, si vivimos la antesala de la “Sociedad del espectáculo” como teoriza el novelista Vargas Llosa, admitamos, entonces que en la región Puno, externa a la ciudad de Puno, a la sazón ya hubo desde antiguo grupos que se anticiparon al descalabro y abonaron el desarreglo de la cultura popular. Ellos que se reputan innovadores y de vanguardia, sólo funcionan como creadores de retaguardia desfigurada.
En ese tsunami de intervenciones de toda laya para pocos cultores supérstites, la Pandilla Puneña es una danza emblemática y paradigmática “del modo de ser, sentir y amar de puneños y puneñas”. Y ahí radica su singularidad que no detenta otra danza en América, porque, además de la larga duración de la Pandilla Puneña que en carnavales se ejecuta por calles y por plazas, por esquinas y por atrios y se desplaza íntimamente sobre veredas en inseparables e inacabables recorridos al compás de variados huayños, no dura minutos, no concluye luego de un introito y una fuga, continúa y alcanza infinitas longitudes y no termina así termine, porque se extiende luego de un breve descanso y sigue y… de nuevo y a acomodarse… ¿Cuándo acaba la Pandilla Puneña? Cuando los danzarines yertos y agotados deciden postergar su ejecución para más tarde y… más tarde… renovar bríos y continuar en la exultante brega de sentir y amar enamorando, es decir, ¡nunca acabar! Es una danza territorial, de desplazamiento y recorrido de crepúsculo y brillante oscuridad.
Pero continúa la trapisonda
En los últimos 20 años a los tramitadores de los concursos de Pandilla Puneña no les crece ningún sentimiento de culpa por lo que hacen ni les aflora escrúpulo o sonrojo alguno ante el cúmulo de piruetas que inventan usando mantones como carpas y pañuelos como señuelos o sombreros como soporte de taconeos y zarabandas, ideando malabarismos en escena que hacen morder el anzuelo, por las espectacularidades deleznables, a públicos pletóricos de risa, de jocosidad y de partidarismo de clan y, sin duda, a jurados calificadores más desorientados que huevo escalfado en tiradito a la limeña.
¿Ese es el aciago destino que el pos modernismo fragua para esa bella danza? ¿La Pandilla Puneña pasará de sus austeras, cautivadoras y conmovedoras versiones de sentimiento, enamoramiento y coqueteo a la pareja, de amor al paisaje e inspiración personal, a transformarse de una práctica clásica, en variante chicha de un figurativismo naif, de un surrealismo de hachís y mezcalina, de una transfiguración que inclusive induzca a que la vestimenta sea cada vez menos paño y tela y más piel y vello?
Años antes
En la década de los años 60 y 70 en la ciudad lacustre languidecía la práctica de la Pandilla Puneña porque solamente la practicaban integrantes de conjuntos saciados de entusiasmo pero carentes de solvencia económica institucional, pero que pese a avatares y acechanzas conservaban sus estilos de baile como la tradicional Unión Puno, la rejuvenecida Lira Puno y el Conjunto Vernacular Los Íntimos. Era difícil vencer los retos de armar un buen conjunto, máxime que los músicos con más olfato crematístico afinaron y solfearon su práctica adaptando su arte a las reglas del mercado.
En ese escenario era difícil adaptar y convertir la aparición en carnavales de la danza en algo más consistente. El Talón de Aquiles musical empezó a invadir todo el cuerpo organizativo y la intención de que los conjuntos fueran más convocantes y reprodujeran la versión tradicional del auspicio y de la hospitalidad hacia los bailarines invitados se trocó en urgencias de cuotas y erogaciones, lo que mermó la adhesión y la asiduidad.
En ese escenario de ejecución de la tradicional Pandilla Puneña que incursionaba el viernes y domingo de Carnaval, se tenía el trabajo más permanente, producto de años de continua labor de la Agrupación Puno de Arte Folclórico y Teatro, APAFIT y del Centro Musical y de Danzas Teodoro Valcárcel, que en esas décadas competían entre sí con denuedo y con no poco encono. Eso fue hace más de 30 años y el tiempo actual es otro y reviste varios retos para abordar con idoneidad y solvencia la cruzada de evitar las deformidades que amenazan la ejecución de tan prístina expresión sentimental y estética andino mestiza que es la Pandilla Puneña. El tema es complejo y, de seguro, si se pretende motivar a sus ejecutores para danzar antes que para hacer maniobras circenses, la ebullición de pareceres, temperamentos y autonomías escudadas bajo el paraguas de la “creatividad” y la innovación, augurarán más inestabilidad, cambios y debacle, antes que afirmación y consolidación de la personalidad propia de la Pandilla Puneña.
No obstante, no olvidemos que la Pandilla Puneña si bien suma varias partituras culturales nació a orillas del Titikaka y surgió del paisaje circundante a la ciudad de Puno que enamora ojos y oídos y de las propias callecitas adyacentes a Huacsapata. Y su génesis es similar al arte collavino y altiplánico, que fue manierista en la fragua religiosa de estampas coloridas y que rehízo estilos barrocos. En este ilustre caso, los puneños románticos de antaño amalgamaron, andares de minué y cortesías de sardana, estampando su firma puneña y lacustre de estirpe campestre y bucólica, romántica y festiva. Y surgió para provecho de los sentimientos lacustres la Pandilla Puneña, a la que se rendían con vocación irrenunciable quienes la bailaban por primera vez y nunca dejaron de hacerlo, así su trabajo y las nuevas labores los obligaran a emigrar de la ciudad e irse a otros lares. Cada carnaval esos puneños emigrantes llegaban y bailaban y sentían el reconfortante placer de volver a ser ellos mismos al compás de los huayños queridos y de los pasos y figuras recuperadas que retornaban a la memoria y revivían el cuerpo. Desde niño vi y conocí personajes que aparecían en la ciudad de Puno, solo para bailar el viernes y domingo de carnaval y después retornar a Lima, Arequipa o donde fuere llenos de vitalidad y de rejuvenecido agradecimiento.
Estética y mística
Entonces nos preguntamos, ¿es posible fortalecer la estética andina a través del ejercicio y la ejecución de la Pandilla Puneña? Para mucha población actual que vive orientada hacia un pasado que desconoce pero practica a tientas, cargando un peso tradicional que en muchos casos es un pesado lastre que anda jalonado por los estímulos de la modernidad y el pos modernismo, inquietudes como las que plantea la vitalización auténtica de la Pandilla Puneña, caerán en saco roto.
Por eso es necesario, necesarísimo contar en nuestra región con un Instituto de Ideas Estéticas Andinas y Contemporáneas, que, sin duda, deberá crear y patrocinar nuestra primera casa de estudios, como es la Universidad Nacional del Altiplano, UNA Puno. Caso de crearse tendrá que inicialmente, por el peso de las evidencias, abordar temas arqueológicos, de etnohistoria, de religiosidad pre colonial y colonial, así como temas de lingüística y de la fascinante semiótica de nuestra textilería, pero, también, deberá acudir a interpretar el hechizo que produce la música puneña como componente esencial de nuestro ser individual y colectivo y luego, previos repositorios, tendrán los investigadores que sucumbir ante la vistosa vestimenta y la coreografía de las danzas altiplánicas y, desde luego, ante la Pandilla Puneña y su fasto de más de 80 figuras con sus variantes.
Ese Instituto de Ideas Estéticas Andinas y Contemporáneas tendría también que imponerse resolver incógnitas referidas a la identidad puneña para saber qué somos los puneños de hoy. ¿Somos una mezcla cultural en transición camino a la desintegración de valores y la yuxtaposición de componentes y ropajes foráneos o somos solamente una típica comunidad andina fagocitada por los estertores de la globalización?
¿Cuál es la fisiología de lo andino en esta época?
Por la condición de cantera cultural que atesora diversos valores de folclore y es filón de danzas y de músicas, nos preguntamos si es posible que Puno ostente una danza representativa y se identifique con una música insignia. ¿Una sola danza representativa dirán los baqueanos habitúes a la diversidad? Ostentar y ungir una sola danza representativa en medio de un bosque de danzas de calidad y variedad, sería imposible y atrevida iniciativa y en muchos casos irritante y discriminatoria a varios sentimientos y prácticas culturales consagradas en diversos entornos humanos.
No obstante, si hablamos de la ciudad de Puno, sí, es probable y admisible que la Pandilla Puneña sea representativa por su carácter aglutinador y su capacidad de síntesis, sin entrar en colisión con los Sicuris, otra vertiente excelsa del ser y sentir puneño. La diversidad de expresiones culturales que caracterizan a la región Puno antes que dividirla y convertirla en feudo con diferentes y antagónicas parroquias deberá encaminarse hacia esa distinción protectora y consagratoria.
El futuro promisor de la Pandilla Puneña es fragua del tiempo presente que debe plantearle ¡stop! a la malversación de ese arte mestizo y castizo a la vez.
_____________________________________
No hay comentarios.:
Publicar un comentario