sábado, 1 de marzo de 2014

HACE CASI UN SIGLO SE ESCRIBIÓ ESTO


LA ZAMPOÑA

Por M. Béjar Pacheco
Revista MUNDIAL N° 414. Lima 1928
El estudio de la zampoña es, sin duda, capítulo muy interesante para los aficionados a la música serrana; pues constituye una revelación acerca de su manera de organizarse y de la amplitud, con que el indio del Collao explota el material sonido moderno.
Ante todo hay que subrayar que los que han tratado antes este mismo asunto, en el Perú y en el extranjero, han carecido, unas veces de la preparación técnico musical necesaria y otras, de la debida información sobre el terreno. En su mayoría han tomado como modelo una sola zampoña, ignorantes de que esta no es más que un individuo de una colectividad, incapaz, por lo tanto, de representar, en total, a todo su conjunto. Entiendo que en los museos del exterior no debe haber colecciones completas de estos instrumentos. Y esto ha sido causa de que, en vista de un ejemplar aislado, se hayan hecho las más arbitrarias deducciones.
Cuando la banda está completa, una comparsa de sicuris consta de 16 tocadores cada uno de los cuales toma un par de zamponas de diferentes dimensiones, pero cuyos sonidos ¡guardan una correlación perfectamente musical. Así, el par que aparece en el grabado con los números uno y dos y cuyas notas están representadas en los pentagramas también uno y dos, es tocado por una sola persona que alterna el movimiento con una mano según sea la melodía. Otro par (No. 3 y 4) cuyas notas son las de los pentagramas 3 y 4, es tocado por otra persona, etc.
Nótese en el grabado 1 una segunda fila de cañitas cuya longitud es exactamente la mitad de la que le corresponde en la primera fila: estas reproducen los sonidos de las cañas grandes a una octava superior.
Más pequeñas que las zampoñas del grabado 1 hay otras cuyas notas son las de los pentagramas 5 y 6; y más grandes que las del grabado 3 otras cuyas notas son un semitono cromático más bajas. Y así descienden en sonidos a la vez que aumentan en longitud y capacidad hasta alcanzar vibraciones insospechables.
Las dos cañas que van señaladas (x) corresponden a la nota la, sonido 58 del Indice (General del Material Sonoro. En ambos casos la longitud de la caña es de 0.1 m., siendo su diámetro de 0.007 m. Este hecho demuestra que el iridio procede con cálculo casi técnico y afina su oído al diapasón universal.
Una banda de sicuris no toca solamente música autóctona: valses, marchas, tangos, el

Himno Nacional, la Marsellesa, en fin todo cuanto éllos escuchan, reproducen con presteza y exactitud, hasta con el uso de acordes disonantes.
El estudio subsiguiente de otros instrumentos indígenas irá revelándonos de lo que es capaz el instinto humano, en las razas inteligentes y laboriosas, y nos dirá también, una vez más, que la fuerza de la evolución es incontenible en todos los sectores de la vida.

Lima, junio de 1928.
 

 
 
 
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