EL ROSTRO AUTÓCTONO DE LA CANDELARIA
LA REPUBLICA Miguel Mejía Castro.
09 de febrero de 2014
A diferencia del publicitado desfile de mujeres en diminutos trajes de luces, el concurso de vestidos tradicionales de la fiesta de la Virgen de la Candelaria muestra a los puneños tal como son, con su desbordada alegría y una belleza orgullosamente andina que, por primera vez, se muestra aquí.
Qajelo es una danza de ganaderos, abigeos y raptores de doncellas (imillas) del distrito de Pichacani. |
En esta parte de la fiesta no hay lugar para minifaldas voladoras y enmascarados diablos danzarines, tampoco para las trompetas y trombones metálicos. Menos para maquilladas reinas de belleza, monos de peluche y pomposos disfraces. Cada uno de los pueblos participa con un conjunto de 150 a 250 músicos y bailarines, ataviados con coloridos trajes hechos con lana de oveja, alpaca o vicuña. Son trajes que muestran bordados de flores, aves, animales domésticos, estrellas y escenas de la vida cotidiana, como la siembra o la cosecha.
Cada uno de los cien grupos que visita la capital de la región Puno exhibe una particular danza, música y vestimenta. Los equipos provienen de diferentes comunidades campesinas que conviven en un mismo territorio, conocido por albergar al Titicaca, el lago navegable más alto del mundo. Todos confluyen en esta ciudad solo una vez al año para competir en el Concurso de Trajes Autóctonos en honor a la Virgen de la Candelaria. Pero no solo la tradición viva expresa sus particularidades, si no la marcada fisonomía de sus rostros, tan disimiles pero hermanados dentro de una región de solo 72 mil km2.
Es domingo 2 de febrero, día central de la fiesta que podría ser incluida en noviembre en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. El escenario de este culto, que sincretiza la fe cristiana y las antiguas tradiciones campesinas, es el Estadio Enrique Torres Belón, ubicado a seis calles de la plaza principal de la ciudad. Desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche los conjuntos ocupan el campo de fútbol. Cada grupo, a su turno, muestra al público la esencia de su comunidad en solo ocho minutos.
El Ayarachi del distrito de Paratía, Lampa, es una danza rietual, deriva del quechua n"aya" (muerto). en la foto José Mamani |
Las flautas, quenas y zampoñas que exhiben los campesinos han sido elaboradas con carrizo o troncos de árboles que crecen en sus pueblos. Cada detalle tiene un significado.
“Nosotros construimos nuestras quenas con el tronco de la Cantuta, que da una flor frecuentada por el picaflor, por ello el sonido es dulce y cuando un hombre quiere conquistar a una mujer, tiene que tocar la quena y si la voz de ella acompasa bien, nunca más se separan”, dice Ignacio Apaza, 55 años, miembro del conjunto Carnaval Lawakumos de la comunidad de Villa Socca, ganador de esta edición del concurso.
La superficie de los tambores es templada con el pellejo curtido de oveja, camélido o vacuno. Las danzas que se mueven al compás de la música expresan la cosecha, el pago a la tierra, la caza de la vicuña, el enamoramiento, el llamado a la lluvia, la adoración al Sol.
“El sonido de estos elementos naturales y la escenificación revive fielmente la música y la vida cotidiana de los antepasados. Este acto es prueba de que la conquista española no pudo arrebatarles la cultura que aún vive en ellos, si adoran a la Candelaria es porque bajo la capilla donde se guarda, descansa la huaca que los antiguos veneraban”, afirma el antropólogo puneño Óscar Bueno, experto en música y danza andina, quien fue uno de los jurados del evento.
Bueno explica que, a diferencia del Concurso de Traje de Luces que se celebra hoy en Puno, el Concurso de Trajes Autóctonos es “la única expresión de esta fiesta que realmente muestra la cultura peruana ancestral, lo otro tiene demasiada influencia modernista, pero es lo que más se difunde en los medios a nivel nacional e internacional".
El aguacero de los días anteriores ha cesado y el sol quema inclemente. Aún así, la algarabía es intensa. “Bailo para recordar a mis abuelos. Si no estamos presentes aquí, no existimos para los demás puneños. Es el primer año que viene mi comunidad y no me parece importante ganar, la devoción a la virgen nos motiva”, dice Gaby Jilahuanco, agricultora, 23 años, que ha llegado en un viaje de 9 horas junto con sus 200 compañeros del distrito de Usicallus, en Carabaya. Luego de la escenificación en el estadio, los conjuntos desfilan por la ciudad hasta la parroquia San Juan, morada de la “Mamita Candelaria”. Es una marcha sonora que no cesa hasta la medianoche. Es temporada de cosecha y no pueden quedarse más tiempo en la ciudad. Al día siguiente abordan sus camiones y regresan felices a sus lejanos pueblos.
Lahua K'umus, ganadores del concurso 2014. |
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