domingo, 23 de febrero de 2014

AHORA QUE EMPEZARON LAS PANDILLAS, RECORDEMOS SUS ORIGENES

ACUARELA DE MOSHÓ (Club Kuntur)

Documento histórico y esclarecedor
MONTESINOS, SU ESTUDIANTINA Y LAS PANDILLAS
Por JULIÁN PALACIOS RÍOS
Revista del Instituto Americano de Arte N° 11, Puno 1971, pp 22 a 25
Al acercarse los Carnavales tradicionales, ¡cuántas ilusiones y es­peranzas surgía en la mente de la juventud! ¡Cuántos recuerdos para los que vieron pasar alegres carnavales;
Hace algunos años, cuando las tradiciones coloniales, impropia­mente llamadas sociales, dividían a la colectividad en categorías, según los apellidos y las fortunas, entonces en los salones de Puno se bailaba el "aguainieve"', la aristocrática cuadrilla de Lanceros el Schotis, la mazurca, el vals, es decir, bailes por parejas para cultivar los idilios individuales.
En el campo era la danza colectiva del ayllu de tradición verna­cular, del "Ohapajh-raymi", convertida en Carnaval o "ANATA", con motivo de constatar la promesa de la cosecha viendo el estado de ma­durez de las papas (JATHA-CATUÑA), o de separar y marcar las "ANCUTAS" o ganado que cumplía un año de edad.
En los pueblos, como Juli, Pomata, Yunguyo, Moho, la juventud mestiza bailaban también colectivamente al compás de las zamponas o pin-quillos de campesinos con desenfrenado entusiasmo, como se baila to­davía el "HUAPU-LULU" en Lampa, en calles y plazas.
En los labores de este siglo (en 1906) un caballero amante del terruño y la belleza, D. Manuel Montesinos, organizó la Estudiantina que llevó su nombre, comprando suficiente instrumental y llamando a su casa de la calle Ayacucho a sus amigos para hacer música guiada por él con su magnífico Bandoneón. Los ensayos se realizaban tres noches por semana.
Mucha gente se agrupaba en las ventanas de la casa para gozar de tan linda música.
Cerca del Carnaval de 1907 se le ocurrió a D. Manongo organi­zar una pandilla. Se comprometió a las niñas para que se disfrazaran de elegantes cholitas, y a los jóvenes, que se uniformaran con pantalón blanco, saco oscuro y sombrero negro y un mantón de Manila que les servía de bufanda.
La estudiantina la formaban sus amigos: D. Manongo tocaba su Bandoneón; Adolfo Enríquez el Guitarrón; Las bandurrias estaban a car­go de Agustín Iriarte Ortega, Víctor Valderrama, Humberto Sirvas, Mar­celino y Ricardo Cuentas y otros; Las guitarras los señores. N. Ortiz, J. Antonio Valderrama, Toribio Salinas, Julio Salinas, Julián Palacios R., Ge­rardo Cortavitarte, Benjamín Arguedas, N. Zegarra, (Ocasionalmente: Juan Manuel Sirvas) y Víctor Villagra: Las castañuelas y la Pandereta las hacía sonar Benjamín Bueno.
Los primeros años D. Manongo corrió con los gastos y la pan­dilla remataba en su casa. Los últimos carnavales se organizaron de otra manera con alferados: D. Adolfo Enríquez subía sobre la mesa con su Guitarrón y ante él las niñas en grupos de dos o más hacían el compromi­so de preparar las viandas y la fruta y los jóvenes de llevar las bebidas: así había variedad y suficientes provisiones. La Comisión organizadora al­quilaba una casa que se amoblaba con muebles prestados, inclusive de al­gunas instituciones públicas; se arreglaba salones de baile, cantina, salita de tocador para las niñas, etc.
El jueves de carnaval, después de una tarde alegre de campo, al oscurecer el día, la Pandilla bajaba de Huajsapata inundaba la plaza de Armas donde bailaba mucho rato, se desbordaba por la calle de Lima pa­ra ir bailando al Parque Pino, acompañada de una multitud considerable que participaba del entusiasmo de la Pandilla, y después de bailar hasta decir basta, se retiraba a la casa preparada para seguir hasta la media noche, inclusive con las familias de las niñas. A esa hora comensaban las fa­milias a despedirse y D. Manongo comisionaba a los jovencitos que mos­traban sus preferencias, con otras familias para evitar malas interpretaciones. Esto se repetía el viernes y el sábado en que se despedía el Carnaval.
Pero la gente bonita de la seudoaristocracia se había escandaliza­do: Al día siguiente se averiguaba quienes habían integrado la Pandilla, ya que no pudieron identificar a todos por los mantones con que se embozaron como por las serpentinas que ocultaban los rostros; pero se rajaba a los pandilleros, principalmente a las damitas, que se pusieron polleras de CHOLA para bailar en la Pandilla. A esta gente pacata le parecía que se había profanado al Dios Momo con la danza rural, colectivista que había eclipsado la alegría conservadora y decente de salón.
¡Los pandilleros estaban satisfechos de su hazaña! y la Estudianti­na siguió cultivando toda clase de música. Participó en algunas veladas y su prestigio se fundamentó en Puno.
Después de algunos meses las señoras y los barones de la aristo­cracia tuvieron una fiesta campestre en la Quinta Garcés, para agasajar a la hija del Senador vitalicio que llegó de Lima y quisieron gozar de la música de la Estudiantina Montesinos, para lo que invitaron a D. Manongo y lo comprometieron que llevase a sus amigos, que ya les había agradado en la última velada en el teatro. Allí tomaron el desquite los pandilleros. Después del agasajo las señoras insinuaron que tocaran para bailar. Los músicos accedieron, pero demoraban templando las bandu­rrias y las guitarras, mientras se armaba la Cuadrilla. Al momento de comenzar el baile, la Estudiantina rompió el silencio con un alegre huayño pandillero. Varias señoras descontentas se retiraron a sus asientos, las señoritas permanecieron en sus puestos; los caballeros discutieron. ¡Por fin se bailó la Cuadrilla al compás del huayño¡ Esa tarde también las aristócratas bailaron la pandilla. A las 11 de la noche bajó la pandilla hasta la casa de la señorita anfitriona en el Parque Pino.
Esa Estudiantina fue una Escuela de Arte Peruano y de Democra­cia. Fue precursora de los que ahora se ufanan por "peruanizar al Perú”. Varios años se ha gozado de esas pandillas tan   bien organiza­das alegres y elegantes.
Empero el martes de carnaval de 1919, cuando todo estaba prepa­rado para celebrar un alegre carnaval, con más entusiasmo que los años pasados, cuando se proyectaba hacer el entierro del Ño Carnavalón, el último día de las fiestas, sonó la hora de la desgracia: a las 11 de la ma­ñana D. Manongo Montesinos fue víctima de un ataque cardiaco y rin­dió el tributo de su vida a la Parca Traidora que truncó la vida de ese noble caballero, al maestro que supo hacer escuela de democracia artís­tica y de sana alegría que nunca se olvidará en Puno.
Marcelino y Ricardo Cuentas fueron los que anteladamente ha­bían organizado la Estudiantina Cuentas, que siguió esa obra tradicional de los puneños que otros entusiastas continúan para el orgullo de los puneños.
A los 52 años de esa irreparable pérdida de un hijo de Puno que dio prestigio artístico a Puno, rindo homenaje a su memoria, hacien­do un llamado a las juventudes para que sigan este ejemplo.

Chosica, 21 de febrero de 1971.
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NOTA DEL EDITOR: El valor histórico de la nota anterior, radica en que fue escrita por uno de los testigos de la aparición de la pandilla puneña, en su condición de integrante de la estudiantina de Manuel Montesinos. Enrique Cuentas Ormachea (hijo de Ricardo Cuentas Monge y también testigo de la génesis de la danza cuando era niño) en su conocido ensayo corto sobre la Pandilla, corrobora los datos de Palacios. (GVC)

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