martes, 2 de abril de 2013

POR QUÉ LOS LLAMAN "MATACURAS"



BREVE HISTORIA DE HUANCANÉ
Extracto del libro “LA FESTIVIDAD DE LA SANTÍSIMA CRUZ DE HUANCANÉ”, Ediciones APPU, Lima setiembre 2012, pp. 17 a 26, cuyo autor es el sociólogo limeño JORGE LUIS COTRINA ESPINOZA, casado con doña Magdalena Huahuamullu, natural de Rosaspata, Huancané. El Licenciado Cotrina viene investigando desde hace varios años
el siku y el sikuri altiplánico.

Los primeros pueblos en arribar a Huancané estaban conformados por las primitivas poblaciones de cazadores y recolectores que se fueron ubicando en los alrededores del lago Titicaca, ya que allí encontraron condiciones ideales para prosperar: un clima moderado, la vegetación y los animales que la naturaleza les brindaba de manera abundante. En cierto momento aprendieron a domesticar los animales y comenzaron a sembrar los primeros cultivos. Poco a poco se fueron agrupando en hordas y tribus originadas a partir de la creencia en un antepasado común. Los primeros pueblos que poblaron Huancané están inmersos en este proceso universal.
Con el transcurrir de los años fueron creando adaptaciones y respuestas a los desafíos que les imponía la agreste geografía en la cual eligieron vivir, creando cultura y civilización, su idioma, vestimenta, costumbres que los diferenciaba del resto de pueblos del Altiplano.
Se transformaron en señoríos y reinos que años más tarde serían anexados por los incas.
Según el testimonio de José Portugal Catacora, Huancané y su nombre se enmarcan en medio de la leyenda de los últimos años del imperio incaico.
Cuenta la historia que, cuando la corte del Cusco obligó a abdicar a Amaru Inca Yupanqui en favor de su hermano Túpac Yupanqui, lo primero que este hizo fue encarar la solución del problema de la anarquía que se había suscitado en la región noreste del lago por las incursiones e influencias negativas de los chiriguanos. Dispuso que se trasladase a una de las tribus del Chinchasuyo, más leales a la corona, el ayllu de los huancas, pues demostró gran fidelidad al Cusco.
Una vez reunido el Consejo de los Orejones, el inca propuso que el curaca huanca fuera asimilado a la corte imperial como miembro de la familia real, hablando más o menos del siguiente modo:
"Respetados mayores: Recién sabemos que el curaca del gran pueblo huanca ha decidido marchar con su pueblo a la región del Collasuyo para ser fiel guardián de nuestras heredades constantemente amenazadas, y últimamente puestas en grave peligro por los bárbaros chiriguanos. Esta decisión nos reconforta y nos llena del más justo orgullo, al saber que contamos con pueblos de lealtad incondicional; por tanto, es decisión mía ungirlo con el cetro familiar de nuestra estirpe".
Unos días después de aquella memorable asamblea, arribó al Cusco la tribu elegida, siendo recibida con gran júbilo y homenajes de parte del pueblo y la corte. El curaca Huanca y su familia fueron alojados en el palacio de Callcampata. Y su pueblo fue hospedado en los tampus reales.
Tras de muchos días de viaje por quebradas, cordilleras y punas, una tarde serena, llena de quietud y recogimiento, el pueblo huanca arribó a Taraco, donde se hospedaron por la noche.
Al día siguiente continuaron su marcha en busca de un sitio que ofreciese favorables condiciones para el establecimiento de la tribu, y que fuese también un centro estratégico para el cumplimiento de la misión que traían.
Pero grande sería el asombro de Huanca y los suyos, cuando, al trasponer la quebrada de Pucarani irrumpieron de los cerros hordas bárbaras que los atacaron inesperadamente. El ejército que lo acompañaba y los hombres del pueblo huanca, detuvieron la marcha y se aprestaron para la lucha, protegiendo a las mujeres y a los niños.
La lucha fue encarnizada, por momentos Huanca sufría la sensación de que aquel mismo día fracasaría su misión, porque los naturales, azuzados por las salvajes hordas de chiriguanos eran en número muy superior. La lucha se tornaba cada vez más difícil y peligrosa, los soldados imperiales y los hombres huancas llevaban todas las de perder; pero en un rapto de desesperación las mujeres huancas entraron en la lucha y ello decidió su triunfo en aquella batalla memorable.
Los chiriguanos y los demás lugareños nunca habían visto luchar a las mujeres, de modo que la presencia de ellas en la batalla los desconcertó y tuvieron que dispersarse, dejando el campo y el paso completamente en manos de los vencedores.
El curaca Huanca ordenó que la tribu acampase en el mismo campo de batalla. Así fue. Y cuando al día siguiente exploraron los alrededores y se dieron cuenta de que la región contaba con tierras ubérrimas, decidióestablecerse en aquel lugar, que también resultaba un punto estratégico, ya que de allí nunca habían pasado las incursiones de los chiriguanos.
El lugar donde se libró aquella batalla, y en que las mujeres asumieron funciones militares, y donde Huanca dispuso el establecimiento de su tienda de campaña para la pacificación de la zona soliviantada, es el mismo en que actualmente se levanta la ciudad de Huancané.
El curaca Huanca, luego de establecerse de acuerdo con las costumbres que regían la instalación del mitimayaje, inició una sabia campaña de pacificación. En primer lugar ordenó que todos los miembros de su pueblo aprendieran a hablar el idioma de los nativos de la región, al mismo tiempo que buscaran su amistad ofreciéndoles presentes para ganarse sus simpatías.
Esta primera fase de la campaña se cumplió con suma eficacia. Los huancas aprendieron el aymara en poco tiempo; pero en forma mezclada con su propia lengua, característica que ha quedado hasta hoy, y por lo que es fácil distinguir el aymara huancaneño, que presenta voces típicas que no corresponden al aymara general del Altiplano.
En una segunda fase iniciaron una intensa campaña de persuasión para que los naturales repudiaran a los chiriguanos y se sometieran a la corona del Cusco con lealtad. Esta campaña dio también muy buenos resultados; pues pronto los naturales se dieron cuenta de que los chiriguanos eran hombres de cultura inferior a ellos y que no merecían llamarlos sus "salvadores y libertadores", como se habían enseñoreado hasta entonces. Muchos de los habitantes llegaron a internarse hasta las viviendas de los chiriguanos, dándose cuenta de la vida bárbara y salvaje que llevaban y muy pronto se despojaron de su influencia. Desde entonces quedó la costumbre de que los habitantes del Altiplano bajen a los valles del Beni en busca de las especies que cultivan ya que antes sólo los chiriguanos les traían dichas especies.
En una última fase, el curaca Huanca organizó las tribus dispersas de la región en comunidades y ayllus de Anansaya, los de las serranías y ayllus de Urinsaya, los de los bajíos, próximos al lago.
La campaña unificadora de Huanca y su pueblo repercutieron en el Cusco y en todo el imperio como ejemplo de un nuevo sistema de conquista. Y su ascendencia sobre los pueblos pacificados llegó a tener memoria rayana en lo mitológico. Pues se decía que si el lago había parido, para el imperio de los hijos del Sol, a Manco Cápac, el curaca Huanca representaba la restitución cósmica de las quebradas a los picachos, de los valles a las punas, y de los ríos el lago milenario, en un intercambio de fuerzas telúricas, haciendo hombres conductores y salvadores de la humanidad.
El curaca Huanca vivió muchos años y murió muy anciano. Le sucedió su hijo mayor, Huancarani, quien gobernó la región siempre con la misma fidelidad que su padre para la corona del Cusco. Huancarani fue sucedido a su vez por su hijo Huancané.
Cuando al imperio inca llegó el reinado de Huayna Cápac, asumió el gobierno de la zona el joven curaca Huancané. Y en estas circunstancias volvieron a insurreccionarse los chiriguanos al mando de Yagualtinte.
Huancané organizó un ejército y partió hacia las selvas, en busca de los insurrectos; pero en el camino se tropezó con la vivienda solitaria del yatiri Pacharia. Este le pronosticó la inutilidad de esa campaña, aconsejándole que se quedara a gobernar y proteger solamente la zona andina. Pero Huancané, teniendo en sus venas el ardor de la juventud y la pujanza de sus mayores, prosiguió su marcha sin oír consejos. Más, como le había vaticinado Pacharia, la suerte le fue adversa en la campaña: fracasó en sus propósitos. Con su ejército casi diezmado por el clima antes que por el propio enemigo, insistió inútilmente en avasallar a los indomables chiriguanos. Pedía refuerzos al Cusco y estos no llegaron nunca. Y un mal día llegó la noticia de que Huayna Cápac había muerto, y peor aún: que sus hijos Huáscar y Atahualpa se debatían en cruentas luchas.
Años más tarde supo que Huáscar había caído en manos de Atahualpa, y este en manos de los desconocidos españoles. Entonces organizó un nuevo ejército para ir a luchar por el reino de su soberano. Y cuentan que cuando los españoles llegaron al Cusco y Manco Inca se fugó preparando el primer intento de liberación de su pueblo, buena parte de los soldados indios que sitiaron el Cusco, en 1636, fueron súbditos de Huancané. Y que cuando recibió la noticia de la definitiva derrota de Manco Segundo, se declaró Inca sucesor de Huayna Cápac y pretendió marchar él mismo en busca de los españoles; pero su ancianidad le impidió encabezar una campaña militar.
El inca Huancané vivió sus últimos años atormentado por el dolor de ver y sentir derrumbarse el imperio de sus mayores. Y empleó sus últimas energías en sembrar en el alma y el corazón de su pueblo la idea de que nunca se dejaran avasallar por los hombres blancos y barbudos que habían exterminado la estirpe de los reyes incas. Aquella siembra se enraizó en la conciencia de los pueblos de la zona como un designio, que con el correr de los tiempos se ha convertido en lema y norma de conducta social de los huancaneños, los viriles descendientes del inca Huancané.
De esta manera, un poco mítica y rodeada de leyenda, Portugal Catacora nos explica el porqué de la denominación de esta parte del territorio altiplánico, lo cual debe ser tomado con las reservas del caso debido a que, como todo lo mítico, este contiene elementos reales y otros imaginarios, que deben ser valorados adecuadamente. En todo caso, esta historia nos muestra la importancia de Huancané desde tiempos muy antiguos.
Con la llegada de la Conquista y asentada la dominación española, el pueblo de Huancané se convirtió en uno de los asentamientos más importantes. Con la organización de las reducciones por el virrey Toledo se conformó un núcleo urbano sobre la base de las antiguas encomiendas de Juan Gonzáles Sotelo, otorgadas por el licenciado Castro, y la de Juan Maldonado de Buendía, a quien la dio de merced el virrey Enríquez. Dicha reducción estuvo conformada por un total de 3.394 indígenas, de los cuales 753 eran tributarios; 480 de ellos aymaras y los 273 restantes uros.
En 1780, cuando el levantamiento de Túpac Amaru, Pedro Vilcapaza incendió Huancané, y según Romero, "desde entonces labró la decadencia le este pueblo", pues sus habitantes emigraron en masa hacia otros lares.
Es precisamente por estos años de profundo odio, resentimiento y rebeliones por los abusos cometidos por los españoles que se gesta el apelativo “matacura”.
Como es sabido, la gesta revolucionaria de José Gabriel Túpac Amaru II, despertaría la más grande esperanza por parte del pueblo indígena oprimido, quien puso la sangre, el sudor y las lágrimas para sacudirse de las pesadas cadenas a las que estaba sometido.
Pero de la misma manera generó el más acendrado y desesperado odio de los detentadores del poder, y uno de estos fue el clero, quien se convirtió en acérrimo defensor del viejo orden. Los sacerdotes corruptos, concupiscentes, avaros, vividores del trabajo ajeno, no escatimaron fuerzas para denigrar, calumniar a las huestes revolucionarias, ofreciendo el perdón y el cielo a quien denunciara a los tupacamaristas, es por ello que muchos de los curas españófilos fueron ajusticiados en medio de la tormenta revolucionaria desatada.
Huancané fue uno de estos lugares donde la opresión de la Iglesia fue castigada con la muerte, es de allí que nace el apelativo de “huancaneño matacura”.
Con el correr del tiempo se produce la Independencia, en la cual grupos criollos descontentos con el Gobierno colonial deciden cambiarlo.., para que todo siga igual. Entonces Huancané entrará en la República con todos sus problemas y perspectivas, las cuales se mantienen hasta hoy.
Huancané y su creación política se enmarcan en medio de los continuos conflictos e intereses de los grupos terratenientes subsistentes a la Independencia; estos presionan de una u otra manera al débil y naciente Estado peruano para establecer territorios y delimitaciones que favorezcan sus intereses económicos y comerciales, es por ello que las demarcaciones son tan imprecisas y favorecen a los que detentan el poder en una región.
Según el historiador huancaneño, Juan Luis Ayala Loayza, la provincia de Huancané fue creada por Decreto Supremo del 21 de junio de 1825. Por Ley del 19 de setiembre de 1827, Huancané es señalado específicamente como capital de la provincia del mismo nombre.
Precisamente esta creación se da por intereses muy particulares, en este caso de personajes que permanecen ocultos pero que la historia debe desentrañar.
En 1828-1830 llega a Huancané el laureado ciudadano arequipeño don Antonio Riveros, que después de poco tiempo contrajo matrimonio con Estela Gonzales, hija del entonces capitán y vecino notable de Huancané, Juan Gonzáles De La Rivera. El matrimonio Riveros Gonzáles adquirió una gran influencia por toda las ciudades del sur: Puno, Chucuito, Lampa, Azángaro, incluso en las ciudades de Lima y Arequipa, quienes con su influencia y en su afán de controlar e intensificar la producción lanera, impulsan el reconocimiento de Huancané como uno de los pueblos más importantes en el Altiplano, por lo que posteriormente muchos comerciantes o empresas se interesarían en exportar la fibra de alpaca y lana de oveja de Huancané hacia Inglaterra, destacándose, por ejemplo, el caso de Hipólito Sánchez, que fue uno de los famosos comerciantes laneros de la región, quien además ocupó cargos como diputado por Huancané y alcalde de Cojata.
Antonio Riveros, al ser personaje notable de la ciudad de Huancané y respetado por sus grandes influencias políticas en Lima, planeaba adquirir algunas haciendas que estaban en Cojata. Llegando allí en 1835 se apodera de extensos terrenos y pastizales, engañando a los pobladores con productos de primera necesidad, como "trueque", conformando una vasta hacienda en base a descaradas estafas.
En cuanto a la población urbana, Riveros en forma dinámica cambió la dependencia de los pueblos de la zona de Moho a Huancané, ya que este adquirió grandes porciones de terreno urbano, y además gestionó la capitalización de Huancané como provincia, después del decreto dictatorial fechado el 2 de mayo de 1854, modificado por el Congreso el 29 de diciembre de 1856.
Durante la República, Huancané se distinguió por las valerosas y persistentes rebeliones contra el gamonalismo.
En 1915 se produce la insurrección de gran trascendencia al mando del mayor Teodomiro Gutiérrez Cuevas, quien con el seudónimo de Rumi Maqui lideró el ataque contra los hacendados de esta parte del Altiplano. Los huancaneños nuevamente hicieron sentir su fuerza viril y aguerrida, haciendo gala del apelativo de huancaneño rebelde.
En los años 1921 — 1924, Huancané vivió la época de rebeldía, esta vez encabezado por líderes campesinos de la provincia, como Carlos Condorena, Mariano Paco, Mariano Wawaluque, Eduardo Quispe, Mariano Luque, Rita Puma y otros, teniendo como epicentro el lugar denominado Fluancho, el mismo que mediante un magno Congreso Campesino fuera declarado como capital de la nueva República Tahuantinsuyana del Perú, con el nombre de la Ciudad de la Nieves de Huancho Lima.
Desde los inicios de 1900, en pleno proceso de consolidación del colonialismo interno, los grandes dueños de tierras crearon el abuso y terror en el departamento de Puno, siendo la provincia de Huancané una de las más afectadas. Alimentados por su codicia y ambición de enriquecimiento, emprendieron con voracidad el agrandamiento de sus propiedades, se apoderaron de los territorios de las comunidades y ayllus habitados por indefensos aymaras y quechuas. Mediante la obtención de escrituras falsas y despojos infames sembraron la muerte y la destrucción en las comunidades y parcialidades de Huancané, convirtiéndose de la noche a la mañana en grandes dueños de tierras y vidas, con la complicidad infame de las autoridades de la provincia.
Frente a los continuos desmanes que cometían los hacendados y autoridades de Huancané, los líderes indígenas Carlos Condorena, Mariano Luque, Rita Puma, Antonio F. Luque, Mariano Pacco y otros, emprendieron varios viajes a Lima para presentar quejas y buscar sanción para los culpables de masacres, asesinatos y despojos, sin conseguir sus propósitos. Entonces optaron por actuar organizadamente, siendo estas las acciones más resaltantes:
La fundación de la primera Escuela Rural en Aña Huancho, por el maestro Mariano Luque Corimayhua.
El funcionamiento de varias Escuelas Rurales clandestinas en las comunidades y parcialidades de Huancané, Vilquechico, Inchupalla, Rosaspata, Moho, entre otros.
La fundación de la Ciudad de las Nieves de Huancho Lima, en un acontecimiento sin precedentes, el 3 de agosto de 1923, como la nueva capital de la República Tawantinsuyana del Perú.
Estas acciones fueron vistas con odio y desprecio por los gamonales afincados en Huancané, entonces
fraguaron una serie de calumniosas acusaciones pidiendo al Gobierno de Augusto B. Leguía el envío de tropas, intensificando los hostigamientos en las comunidades y haciendas.
Así lograron la presencia del Ejército, que llegó a bordo del vapor El Inca, y desembarcó en el muelle de Vilquechico, el 13 de diciembre de 1923, al mando del mayor Luis Vinatea, con 50 soldados del BI N° 15 de Puno.
EI domingo 16 de diciembre de 1923, antes que raye el alba, Huancho Lima es tomado por asalto: fue una masacre sin piedad. Incendiaron todas las habitaciones de la Ciudad de las Nieves y cuantas casas encontraban a su paso. Muchos dirigentes fueron capturados y conducidos a la cárcel de Huancané, algunos de ellos, como Evaristo Corimayhua, tuvieron peor suerte: fueron fusilados en el acto, en la misma plaza de armas.
En Moho, la valerosa dirigente Rita Puma fue cruelmente torturada hasta perder la vida; el dirigente Mariano Luque Corimayhua corrió igual suerte: la noche del 10 de enero del 1924 fue sacado de la cárcel de Huancané y conducido a Kuka Uta, donde fue fusilado y fondeado en el río Huancané; Mariano Pacco Mamani se salvó de la muerte en igual situación, lanzándose al río antes de los disparos. Los indígenas enjuiciados fueron centenares, estando a la cabeza quien fuera designado como Presidente de la República, don Carlos Condorena Yujra, de gran ascendencia ética y política en la provincia de Huancané.
Precisar la cantidad de campesinos y dirigentes asesinados resulta muy difícil, ya que muchos de ellos fueron enterrados por los propios militares en fosas comunes durante las noches, otros que estuvieron presos fueron fondeados en el río Huancané, algunos fueron obligados a cavar su propia tumba en el panteón de Huancané y luego enterrados ahí mismo; algunos hallan de miles de muertos.
Si bien las consecuencias fueron funestas, este acontecimiento histórico es aún más importante, ya que a partir de entonces el Gobierno se vio obligado a tener que autorizar la creación de Escuelas Rurales para la educación de los hijos de los quechuas y aymaras.
Como demostramos, Huancané tiene una rica y valiosa experiencia de lucha por la defensa de la tierra y la vida; esta, sin embargo, no ha sido sistematizada ni menos comprendida a cabalidad, por lo que se tiene que estas reacciones de lucha y rebeldía sean consideradas de gente atrasada e ignorante, lo cual es una manera de encubrir el fracaso del oprobioso sistema republicano para mejorar las condiciones de vida del pueblo huancaneño, el que valiente y decididamente se lanza a la lucha cuando la opresión y la injustica apremian.
                                                                      

1 comentario:

  1. buena historia, pero desearía saber desde que escenario especifico es que se tiene el apelativo "matacura"

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